domingo, 3 de abril de 2011

El entierro prematuro

Cuento de Edgar Allan Poe
Diario del personaje protagonista
Autor: Álex Alemán, 3 ESO A

Lunes, 4 de abril de 1889
Estaba como de costumbre en mi casa, mirando desde la butaca de mi salón cómo agitaban las alas los pájaros mientras me tomaba un té. Son las cinco de la tarde y hace un día espléndido. De repente, vinieron a mi memoria las historias que tan mal augurio me producían hasta estremecer. Recordaba una y otra vez, aquella pobre chica de buena familia que se tuvo que casar con un arrogante abogado. La pobre muchacha, después de padecer mucho, murió, o se supone que murió.
Durante tres días el cuerpo estuvo sin enterrar y se volvió rígido. Recordar esto me producía nauseas. La dama fue depositada en la cripta familiar. Y al cabo de tres años, cuando el marido abrió la cripta para recibir otro ataúd, se sorprendió y, según mi pobre opinión, debió de sentir una gran rabia en su interior porque, al empujar los portones de la cripta, cayó desplomada y vestida de blanco sus brazos.
Una curiosa investigación realizada con mucho cuidado demostró que revivió a los dos días tras su sepultación.
Tristemente allí se quedó y murió erguida. Aún estoy aturdido por esta historia que me explicó Julien Bossuet.

Jueves, 7 de abril de 1889
Aburrido empiezo esta nueva entrada del diario. Hoy me vuelvo a encontrar con cierta repugnancia hacia nuestro sistema de médicos forenses. Es temprano y el sol sale con fuerza. A ver cómo irá hoy el día.
Según una historia que me explicó Victorine Lafourcade, una chica de ilustre familia, guapa y muy rica había despertado el interés de un tal Monsieur, banquero y diplomático de cierto renombre.
La dama no había podido cumplir su sueño de casarse con su querido littérateur. Sin embargo, después del matrimonio, este hombre descuidó a su mujer y quizás llegó a pegarla. Cuando se supone que murió, fue enterrada en una cripta de su aldea de la cual ella procedía. Unos días después, apareció su olvidado amor con la esperanza de oler por última vez sus cabellos, pero se llevó una sorpresa al mancillar la cripta, vio que su dulce dama le estaba mirando con sus grandes ojos. En este momento, se dio cuenta que la dama había sido enterrada viva. Pienso que debió de ser una sensación muy fuerte reencontrarse de aquella manera después de tanto tiempo sin saber nada el uno del otro.

Miércoles, 13 de abril de 1889
Todas estas experiencias que, entre otras, he relatado en mi diario, hacen que no consiga conciliar el sueño. Son las diez y media. Estoy en la mesa de mi escritorio enfrente de mi confortable pero poco apetecible cama en este momento. Mi cabeza está repleta de un sinfín de preguntas sin hallar ninguna respuesta. Siento una gran angustia interior que no me deja descansar. Tantas historias locas, misteriosas, carentes de sentido y tan relacionadas con la catalepsia que padezco…
En resumen, tengo miedo, he padecido ya varios ataques. Por suerte, no he acabado como en las tristes historias que me llevan explicando mis amigos. Qué desgraciadas han sido todas las personas que han vivido estas extrañas experiencias…
En fin, mejor me voy a dormir. Ya va siendo hora. ¿Hasta mañana?

Jueves, 14 de abril de 1889
Ayer, me quedé con las ganas de seguir expresándome hoja tras hoja, pero el sueño acabó consumiéndome.
En esta triste mañana no brilla el sol, los nubarrones se acercan por el norte, amenazando con llover.
Durante años, he estado sufriendo ataques de este extraño trastorno y aún sufro y sufro. A veces, me quedo un sólo día o un largo período de exagerado letargo. Otras veces, el trance dura semanas e incluso meses.
Mi propio caso no se diferencia de las historias de las dos damas… Pero un día empecé a obsesionarme con el miedo a sufrir un ataque y, por consiguiente, me consideren muerto. Continuaré otro día.... Ahora estoy demasiado nervioso para continuar con mi caso.

Sábado, 16 de abril de 1889
Bien, me encuentro en la cama de mi habitación. Sobre mis rodillas, descansa mi diario y pienso si tendré fuerzas para escribir lo que me pasó en esa desdicha ocasión.
Unas manos estaban encima de mi hombro y sentía un escalofrío que me cubría todo el cuerpo. Ese espectro me decía que me levantara y, cuando me desperté de ese sueño, me vi en un ataúd. No tenía fuerzas para hablar y me asusté mucho. Empecé a gritar y tres hombres rudos me ayudaron a salir, me sacudieron sin ninguna consideración aunque, gracias a eso, recuperé la memoria.
Esta aventura ocurrió cerca de Richmond acompañando a un amigo a cazar, pero de golpe nos sorprendió una tormenta. Me dormí en unas de las dos literas de una cabaña vieja que encontramos. A partir de aquí, todo fue muy borroso. No recuerdo nada.
Sin embargo, las torturas que soporté fueron iguales a las de una verdadera sepultura.
Y esta es mi historia que, superando mis miedos, he conseguido relatar en mi diario a duras penas.

1 comentario:

Audiolibros en castellano dijo...

Comparto con vosotros un audiolibro de El entierro prematuro, de Edgar Allan Poe.

Espero que os sirva de ayuda, especialmente a todos aquellos que tengan dificultades para leer.

https://audiolibrosencastellano.com/cuento/audiolibro-completo-entierro-prematuro-edgar-allan-poe-1844

Un saludo :)